Tu alegría Señor es lo que me
mantiene bien vivo casi al igual que el oxigeno o el alimento corporal. Alegría
que surge de estar en Tu presencia, de frecuentar Tu cercanía en la raíz profunda
de mí ser aun en la enfermedad y en la pobreza. Hoy la palabra de Dios hace que
nos preguntemos qué hacer para tener esta Alegría, no nos dice lo que debemos
pensar, sentir, ni siquiera lo que debemos creer sino lo que debemos hacer:
practicar la caridad compartiendo nuestro ser y nuestro haber, practicar la
justicia solidaria, no ser violentos, no extorsionar no dar falso testimonio,
en beneficio personal. Es esta palabra que abre nuestra conciencia transforma y
renueva nuestro corazón disponiéndolo para el misterio de Dios. El está
presente desde nuestro bautismo con su espíritu que calcina nuestros vicios,
purifica nuestros pensamientos, cura nuestras aflicciones y orienta nuestros
afanes de la vida en dirección hacia Dios. Y seguros de nuestra victoria en Cristo
alegres nos disponemos a renunciar al mal, esperar solo en el Señor y gozarnos
de este encuentro salvífico con Cristo, María es el modelo perfecto de conversión
que ha alcanzado la criatura humana, ella
en la renuncia no se angustia se alegra con su espíritu en Dios.
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