Acerquémonos, y presentémonos al
Señor para escucharlo, para poder proclamarlo. Puede que nos aparte de la
lógica del mundo, pero hay que estar junto a él para ser curado. Él toca
nuestra vida por medio de signos, por medio de su palabra y de los sacramentos
para curarnos de la sordera del corazón ante su palabra y de la mudez de las
heridas del corazón que no nos deja proclamarlo, si lo tenemos cerrado no
podemos dar ni recibir nada que tenga sentido.
Él viene a reconstruirnos
pacientemente. Reconozcamos a Jesús quien viene a luchar contra el mal, contra
los sufrimientos de la humanidad, el viene a devolvernos el esplendor
original e inaugura la nueva creación,
cumple plenamente la obra de Dios.
Le damos gracias porque en nuestra
Iglesia hay espacio para todos y va actuando lo más importante, el Amor de
Dios. Que nuestra asistencia a las eucaristías den frutos de buenas obras,
sepamos escuchar su palabra y proclamar su mensaje a esta cultura muchas veces
ensimismada.
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