A dónde, “¿a quién iremos? tú
tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,60-69)
Lo maravilloso de la condición
humana es que somos libres, podemos ir a donde queramos podemos optar por
servir al Señor de señores o a los ídolos que hacen de dioses en nuestra vida.
El pueblo de Israel optó por servir al Dios verdadero, ahí radica su grandeza.
Cuando una cosa no nos gusta o es
compleja, cuando no la entendemos, los discípulos al no entender muchas cosas
del maestro murmuramos a ocultas, estamos tentados a quedarnos en la
murmuración y lo peor tentados a
abandonarlo porque es exigente. Podemos dejarlo.
En el fondo, aunque lejos, descubrimos
que hay alguien que nos conduce al
maestro, es el Padre quien nos llama y nos concede la fe, fe que es don y
conquista, viene de Dios y de nuestra parte espera que lo acojamos no lo rechacemos.
Muchos se frustran en el camino. Jesús quiere una humanidad decidida, El quiere
una decisión firme y radical, continuamente nos dirá: ustedes también ¿quieren
irse? Pedro fue el que se arriesgó, quiso responder por todos: a quien vamos a
ir sólo tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos y por eso estamos
aquí.
Este acto de fe en Dios es decisivo
para nuestra vida, nos identifica entre los que creemos y trabajan por fe y
entre los que no quieren la fe porque exige conversión ciega, y siguen
engrosando la espiral del mal que va creciendo sin parar. Señor del cielo y de
la tierra solo tú puedes animar nuestro corazón
con los principios y valores que vas depositando por medio de tu palabra,
Señor que hagamos crecer esos principios que los asimilemos.
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