Uno de los relatos más intensos
de los evangelios está en la última cena de S. Juan “Ahora el Hijo del hombre ha sido
glorificado…” Jesús es elevado por tres veces: en la cruz, en la resurrección y
en la ascensión. Es el efecto de la
presencia de Dios que va obrando en su cuerpo y en su alma. Deja un testamento:
“ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado…” El Amor de Dios
es el motor del universo, es como un manantial que se extiende y se despliega
constantemente. Es un amor donativo y no posesivo. Esta generosidad surge de él
y no de un mera auto-compasión, la humildad
viene de este Amor y no de una debilidad. La alegría cristiana nace de
él y no a costa de los demás. El Amor hace más positiva y creativa la vida, da la libertad, el respeto fraterno. Cuando el
corazón ha envejecido y se endurece es insensible, con grietas se muestra agrio
al no asimilar la tristeza, el dolor y la angustia. El Amor de Dios es capaz de
hacer nuevas todas las cosas. Jesús nos trae el Amor de Dios. Él es el modelo,
la medida y el medio. Siempre dispuesto al servicio, al perdón. Señor queremos
obedecer a nuestro corazón, aumenta nuestra fe y danos tu paz, Amen.
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