Una fiesta de bodas es la imagen
que representa la nueva relación existente entre Dios con la humanidad nueva. El matrimonio sacramento es
signo de esa entrega fiel y salvadora de Dios, es el anticipo del banquete de
bodas en el cielo donde Cristo, al encontrar a la humanidad , nos amó hasta el
extremo de dar su vida para dar vida eterna, por amor. Donde hay invitados, hay
tinajas de piedra para el vino nuevo, aquí es María la madre de Jesús quien advierte la necesidad del vino nuevo y bueno a la vez. La bondad de Dios
actúa en todo tiempo. La fiesta es parte
de la vida, y un buen motivo une los corazones en común alegría, ante la tentación
de la tristeza, la depresión y disgusto de la vida, crea amistad y confianza. Jesús
transforma el agua en vino, el dolor en camino de salvación, la muerte en vida,
las incapacidades y limitaciones en instrumentos de su Amor salvador, convierte
a los pecadores por su misericordia. Y es con el supremo acto de su Amor, en su
hora, en la cruz y su resurrección que abre las puertas del cielo para que podamos
pasar de la muerte a la vida, por eso nos alegramos. Hace falta escucharle, tenemos
que escuchar su voz, hacer lo que nos pide… para así tener motivos de fiesta,
de alegría y gozo. ¿Quién obedece a quien? María primero pide, luego manda, Jesús
obedece y ayuda antes que los sirvientes para que ocurra el milagro, nuestra
vocación es servir con los dones que hemos recibido. Dios nos sigue hablando
por medio de signos en el banquete de la Eucaristía y con su amor nos pide ser
fuertes en los contratiempos de la vida, Él está presente, no hay nada a que
temer… Señor que hablemos de ti, en la palabra oportuna saquemos el buen vino, bino único
y autentico de la vida y la fraternidad. Amén.
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