La palabra de Dios
tiene una gran importancia, contiene lecciones para nuestra vida, es eficaz, hizo el mundo y es esta Palabra que nos renueva y nos redime cada día, hace lo que dice no
es vana ni superficial. El testimonio está
en la cruz y con su poderosa resurrección
nos dice que la vida es más que la muerte. Es la Palabra profunda, un medio por
el que Dios nos alienta y acompaña siempre, en las buenas y en las malas. A veces se llega a pensar ¿Qué hace Jesús ante
el sufrimiento y el dolor de los enfermos los pobres...? Hoy como ayer Jesús
interpela hacia una conducta recta y ordenada, muchos lo siguieron, algunos lo condenaron como nos puede pasar si
seguimos con nuestros caprichos y deseos. ¿Qué lugar ocupa en mi vida la Palabra
de Dios? Nos interpela en los hechos. Es la Palabra que viene a inundar la
pobreza humana con el tesoro de su resurrección, viene a eliminar la cautividad del alma y a
iluminar la ceguera espiritual. El sana nuestros corazones. Es más, invita a
que nos demos cuenta de que todos somos
el cuerpo de Cristo, y que es su Espíritu quien nos impulsa a convertirnos en
sus manos, en sus pies, en sus ojos, en
su corazón y en su boca con una palabra oportuna de salvación, palabra viva y
eficaz. Señor te pedimos que la proclamación de tu Palabra nos haga testigos, no solo de palabras, no de boca para fuera sino con los hechos. Amén.
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