Jesús
es el Alimento que sacia nuestra hambre y sed.
El Señor “repartió a los que
estaban sentados todo lo que quisieron.” (Jn 6,1-15). A veces queremos muchas
cosas, tenemos hambre no solo de pan material, necesitamos: vestirnos,
cobijarnos… Tenemos hambre de un sin fin de cosas, no se acaba. Es peligroso si
entramos en la carrera del tener y nos aferramos a ella: dinero, poder…, cosas
que nos esclavizan. En realidad es un querer profundo y esencial, vivir plenamente, trascender
esta vida terrenal. Es Dios quien nos tiene
inquietos hasta que lleguemos a Él.
La verdadera
multiplicación del pan se da en la Iglesia. El Señor quiere hacer el milagro y
espera de nosotros que presentemos
nuestras cinco gotas de solidaridad, de gozo, de consuelo, de esperanza, en una
palabra nuestras cinco gotas de amor liberador.
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