jueves, 29 de octubre de 2009

Espiritualidad de Comunión







De la Carta Apostólica “Novo Millenium Ineunte” del Sumo Pontífice Juan Pablo II al Episcopado, al Clero y a los Fieles al concluir el Gran Juebileo del Año 2000

Guía para profundizar la "Novo Millennio Ineunte"
Espiritualidad de Comunión
En los puntos 43-45 el Papa nos invita a promover una espiritualidad de comunión como principio educativo básico.
Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como "uno que me pertenece", para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un "don para mí", además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber "dar espacio" al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias.
NJL es una ocasión privilegiada para promover esta espiritualidad... como animadores preguntémonos:
  • ¿Veo a todos como hermanos?
  • ¿Los siento como "uno que me pertenece" y por lo tanto alguien de quien debo hacerme cargo?
  • ¿Recibo y valoro todo lo bueno que tienen los demás "como un don para mí"?
  • ¿Le doy espacio, superando todo egoísmo?
Las palabras del Papa son fuertes...
No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento.
Y un último consejo que nos da en los puntos que estamos leyendo... las palabras de San Benito también pueden ser dirigidas a cada uno de nosotros...
"Es significativo lo que san Benito recuerda al Abad del monasterio, cuando le invita a consultar también a los más jóvenes: "Dios inspira a menudo al más joven lo que es mejor"
ES ALGO PARA TENER EN CUENTA... ¿NO ES CIERTO?

martes, 27 de octubre de 2009

La "comunión": un trabajo de espiritualidad compartida


. La comunión eclesial, es donde cada uno aporta su propio carisma y sabe confiar en el otro (sea más joven o más anciano que él). Esta comunión eclesial, siempre difícil entre generaciones diversas, lo es hoy aún más por la mayor rapidez de los cambios sociales y eclesiales; en consecuencia, requiere en todos mayor espíritu de comprensión recíproca, convencidos de que toda metodología se resiente de defectos mientras vivimos en esta peregrinación terrena.


La coexistencia de metodologías y de lenguajes diferentes no destruye la comunión eclesial, sino que puede favorecer la maduración recíproca, siempre que no falte el respeto; aunque no se adopte nuestro mismo método educativo, de trabajo o de cura de almas. La invitación de vivir “la verdad en la caridad” (Ef4,15) reprueba, ya sea silencioso fruto de miedo o de clausura, aunque razonado con un sentido erróneo de la caridad fraterna, y a la relación neurótica o el estilicidio polémico que destruye el clima de fraternidad..

El alma de la comunión es la caridad, la cual constituye el cumplimiento de la ley (Rom13,10) y el vínculo de la perfección (Col 3,14). La vida en común es unidad en el mismo Espíritu... Jesucristo, dijo:Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que ellos sean uno en nosotros; a fin de que el mundo crea que tú me has enviado (Jn17,21); e instituyó en la Iglesia el sacramento admirable de la Eucaristía, por el cual se significa y realiza la unidad de la Iglesia. Dió a sus discípulos el mandamiento nuevo del amor mutuo y les prometió el Espíritu Paráclito, que como Señor y dador de vida, permanecería con ellos para siempre…” (UR 2), (LG 4. 13)...


lunes, 26 de octubre de 2009




La Suma Teológica contrastada con la ciencia

Las 24 tesis tomistas

Ha ocurrido que la mente del Doctor Angélico se ha expuesto de diversas maneras por maestros que todos pretendían dar fielmente la doctrina del Santo. Para disipar la confusión que de ahí resultaba, algunos profesores redactaron 24 tesis, en las que, a su parecer, se expresaba el verdadero pensamiento de Santo Tomás, y las sometieron al examen de la Sagrada Congregaciónde Estudios. Ésta contestó, por orden del papa San Pío X, el 27 de julio de 1914, que dichas tesis contienen realmente la auténtica doctrina del Santo Doctor en sus lineas principales.
Las transcribo aquí en traducción castellana los más fiel posible, tomadas del "Manual de Filosofía Tomista" de Enrique Collin Pbro. Ed. Luis Gili, Barcelona 1960. Este libro está agotado, y no he encontrado las 24 tesis en ningún otro libro ni buscador de internet. Por eso las pongo al alcance de todos los internautas amantes de Santo Tomás.
  1. La potencia y el acto dividen al ser de tal suerte que todo cuanto existe, o bien es acto puro, o bien se compone necesariamente de potencia y acto como principios primeros e intrínsecos.
  2. El acto, por ser perfección, no se limita sino por la potencia, que es capacidad de perfección. Por consiguiente, en el orden en el que el acto es puro, no existe sino ilimitado y único; y donde es finito y múltiple, entra en verdadera composición con la potencia.
  3. Por esto Dios es el énico que subsiste en la razón absoluta del mismo ser, el único simplicísimo: todas las demás cosas que participan del ser tienen una naturaleza que limita el ser, y constan de esencia y existencia como de principios realmente distintos.
  4. El ser, que recibe su denominación del verbo ser, se dice de Dios y de las criaturas de una manera no unívoca, ni tampoco del todo equívoca, sino análoga, con una analogía así de atribución como de proporcionalidad.
  5. Hay, además, en toda criatura, composición real de un sujeto subsistente con unas formas sobreañadidas o accidentes; composición que sería ininteligible si la existencia no fuese realmente recibida en una esencia distinta de ella.
  6. Además de los accidentes absolutos hay un accidente relativo, esto es, una relación a algo. Aun cuando esta relación no signifique según su propia razón algo inherente a un sujeto, tiene, sin embargo, muchas veces su causa en las cosas, y, por consiguiente, una entidad real distinta del sujeto.
  7. La criatura espiritual es enteramente simple en su esencia. Pero quedan en ella dos composiciones: de esencia y existencia, y de substancia y accidentes.
  8. En cambio, la criatura corporal está compuesta, en cuanto a su misma esencia, de potencia y acto; potencia y acto del orden de la esencia que se designan con los nombres de materia y forma.
  9. Ninguna de esas dos partes existe per se, ni se produce o corrompe per se, ni se incluye en un predicamento sino reductivamente, como principio substancial.
  10. Aunque las extensión en partes integrales se sigue de la naturaleza corpórea, no es lo mismo para un cuerpo ser substancia y ser extenso. La substancia, en efecto, de suyo es indivisible; no, ciertamente a manera de un punto, sino a manera de aquello que se halla fuera del orden de la dimensión. En cambio, la cantidad, que da la extensión a la substancia, difiere de ésta realmente y es un verdadero accidente.
  11. La materia signada por la cantidad es el principio de la individuación, es decir, de la distinción numérica -imposible en los espíritus puros- entre individuos de una misma naturaleza específica.
  12. Esta misma cantidad hace que un cuerpo se halle circunscriptivamente en un lugar y que, por una misma potencia, no pueda estar de este modo más que en un sólo lugar.
  13. Los cuerpos se dividen en dos categorías: unos son vivientes y otros carecen de vida. En los vivientes, para que un mismo sujeto haya per se una parte moviente y otra movida, la forma substancial, designada con el nombre de alma, requiere una disposición orgánica, o sea, partes heterogéneas.
  14. Las almas del orden vegetativo y sensitivo no subsisten per se ni son per se producidas; solamente existen en calidad de principio por el cual existe y vive el ser viviente; y como dependen enteramente de la materia, por el mero hecho de corromperse el compuesto se corrompen ellas per accidens.
  15. Por el contrario, subsiste per se el alma humana, la cual, cuando puede ser infundida a un sujeto suficientemente dispuesto, es creada por Dios, y es de su naturaleza incorruptible e inmortal.
  16. La misma alma racional se une al cuerpo de tal suerte que es su forma substancial única, y por ella el hombre es hombre y animal y viviente y cuerpo y substancia y ente. El alma presta, pues, al hombre todos los grados esenciales de perfección; además, comunica al cuerpo el acto de existencia con que ella existe.
  17. Dos órdenes de faultades, orgánicas las unas y las otras inorgánicas, dimanan del alma humana por natural resultancia. Las primeras, a las cueles pertenece el sentido, tienen por sujeto al compuesto; las segundas, sólo al alma. El entendimiento es, pues, una facultad intrinsicamente independiente de todo órgano.
  18. A la inmaterialidad sigue necesariamente la intelectualidad, y de tal suerte que a los grados de alejamiento de la materia responden los grados de intelectualidad. El objeto adecuado de la intelección es, en general, el mismo ser; mas el objeto propio del entendimiento humano, en el presente estado de unión [con el cuerpo], se circunscribe a las quiddidades abstraídas de las condiciones materiales.
  19. Recibimos, pues, de las cosas sensibles el conocimiemto. Mas, como lo sensible no es intelible en acto, además del entendimiento formalmente inteligente hay que admitir en el alma una virtud activa, que abstraiga de las imágenes las especies inteligibles.
  20. Por estas especies [inteligibles] conocemos directamente los objetos universales; los objetos singulares los conocemos con los sentidos y también con el entendimiento por un retorno a las imágenes. Al conocimiento de las cosas espirituales nos elevamos por analogía.
  21. La voluntad sigue al entendimiento, no le precede, y apetece necesariamente aquello que se le presenta como un bien que sacia por completo el apetito; pero elige libremente entre los diversos bienes a ella propuestos como apetecibles por un juicio reformable. La elección sigue, pues, al último juicio práctico; pero es la voluntad quien hace que éste sea el último.
  22. No percibimos la existencia de Dios con una intuición inmediata ni la demostramos a priori; pero sí a posteriori, esto es, por las criaturas, arguyendo de los efectos a la causa, es decir:
    • De las cosas que se mueven y no pueden ser principio adecuado de su movimiento, a un primer motor inmóvil.
    • De que las cosas del mundo proceden por causas subordinadas entre sí, a una primera causa no causada.
    • De las cosas corruptibles, por igual indiferentes a existir y a no existir, a un ser absolutamente necesario.
    • De los seres que, según unas disminuidas perfecciones de ser, vivir y entender, más o menos son, viven y entienden, a aquel que es suma inteligencia, suma vida y sumo ser.
    • Finalmente, del orden del universo, a una inteligencia separada que ha ordenado y dispuesto las cosas y las dirige a un fin.
  23. Se señala bien el constitutivo de la Esencia divina, en su concepto, diríamos, metafísico, identificándola con la subsistente actualidad del mismo ser; en otros términos, diciendo que es el mismo Ser Subsistente; y esto mismo da la razón de su perfección infinita.
  24. Por la pureza misma de su ser se distingue, pues, Dios de todas las cosas finitas. Colígese de aquí, en primer lugar, que el mundo sólo pudo proceder de Dios por creación; en segundo lugar, que la virtud creadora que de suyo primariamente tiene por término el ser en cuanto tal, ni por milagro es comunicable a ninguna naturaleza finita; finalmente, que ningún agente creado influye en el ser de un efecto cualquiera, si no es movido por la Causa Primera.