jueves, 24 de mayo de 2012

Qué es lo que define al hombre


Todo ser humano tiene la capacidad de amar y ser amado. Toda persona humana no necesita otra cosa, para ser realmente humana, que ser amada y amar, porque no necesitamos ninguna facultad para ser amados.
Autor: Brian Castaño, LC | Fuente: Catholic.net

´Para mí la vida es una nausea, y el hombre una pasión inútil´ (Sartre). Para él lo único que importaba en el hombre era su libertad, y sólo lo podía entender y definir desde este enfoque; otro psicólogo, Freud lo definió como un ser puramente sexual, y sólo entendía desde este enfoque; a su vez Aristóteles definió al hombre como ´Animal rationalis´, un animal racional, lo que distinguía al hombre de los animales era su razón, y para él lo más propio del hombre era pensar... quisiera en esta oportunidad, darle un enfoque distinto a esta cuestión.

Para mí, lo más propio del hombre, no es ejercer su libertad, o sus funciones sexuales, y ni siquiera su razón, pues si para ser hombre hubiera que ejercer estas facultades, o al menos una, ¿qué son las personas en estado vegetal, o los niños abortados?... yo creo que tenemos una semejanza más profunda e inmutable con este tipo de personas: Que todo ser humano tiene la capacidad de amar y ser amado. Toda persona humana no necesita otra cosa, para ser realmente humana, que ser amada y amar, porque no necesitamos ninguna facultad para ser amados. Y de hecho toda persona es amada, pues, aunque no lo parezca, todo un Dios se hizo hombre para decirnos que desde toda la eternidad nos ama a cada uno con un amor único y personal. Así, los niños abortados (aunque muchos se afanen en decir que no son personas), son amados, y por lo tanto son hombres; así, las personas que han caído en estado vegetal (aunque muchos digan que de nada sirve que sigan existiendo) son amados, y por lo tanto su vida tiene un sentido y un valor inconmensurable, pues siguen siendo plenamente hombres; y así mismo, en el amor se subliman todas las facultades de nuestro ser, llevándonos a nuestra plenitud como seres humanos, que sólo se consigue amando con sinceridad a todas las personas, y lo cual da como fruto la verdadera felicidad... tal vez, a alguien no le convenza eso de que sólo amando y sintiéndose amado se alcanza la felicidad. Hagamos una prueba.

Supongamos que te dan en este momento, dos opciones, sea cual sea la que elijas, te verás privado de la otra para siempre: En un lado está un mundo de placeres, diversiones, libertinajes..., y del otro, está el simple pero sincero amor de tu madre, ¿cuál eliges?... si dudaste o estás dudando en escoger entre un mundo de placeres, y el amor sencillo pero siempre fiel y constante de tu madre, me habrás dado la razón...
¡Vence el mal con el bien!
El servicio es gratuito
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virtudesyvalores@arcol.org

Llamados a ser otros Cristos


 ¿Y TÚ QUIÉN ERES?
Un grupo de vendedores fue a una con­vención de ventas. Todos le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por la noche. Sin embargo, la convención ter­minó un poco tarde, ... Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos. De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos menos uno. Éste se detuvo, respiró hondo, y experi­mentó un sentimiento de compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde. Luego se regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas por el suelo. Su sorpre­sa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, sin detenerse, sin importarle. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta de... las magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: Toma, por favor, estos cien pesos por el daño que hicimos. ¿Estás bien?", ella, llorando, asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole: ‑"Espero no haber arruinado tu día". Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor..." Él se detuvo y  volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella con­tinuó: "¿Es usted Jesús...?" Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: "¿Es usted Jesús?"...
Y a ti, ¿la gente te confunde con Jesús?  Porque ese es nuestro destino, ‑ ¿no es así? Parecernos tanto a Jesús, que la gente no pueda distinguir la diferencia. Parecernos tanto a Jesús, conforme vivimos en un mundo que está ciego a su Amor, su Vida y su Gracia. Si decimos que conocemos a Jesús, deberíamos vivir y actuar como lo haría Él. Conocerlo es mucho más que citar los Evangelios, e ir a la Iglesia. Es, en realidad, vivir su palabra cada día.